CUALQUIER DÍA

Esta historia ha podido ocurrir cualquier día de cualquier año en cualquier consulta de un médico de familia.

Acudo a casa de un paciente para visitarlo de forma programada tras haber quedado con su mujer para ir a verlo, aunque no hay nada nuevo en su patología que requiera nuestra visita.

Es un paciente de más de 70 años con una calidad de vida excepcional hasta hace unos meses que acudía a su "cortijo" a cuidarlo de forma asidua y que un día cualquiera sufre una hemorragia cerebral  que le deja una hemiplejía parcial derecha y una ligera alteración en la elaboración del discurso, con dificultades en ocasiones para decir lo que realmente piensa.

Está sentado en su sillón con buen aspecto, se alegra de nuestra (mi residente y yo) llegada e intenta contarnos muchas cosas, aunque a veces las deja a medias porque no acierta a decirnos lo que quiere y se enfada (siempre ha tenido carácter y nunca ha llevado bien acudir a la consulta para consultar para él, porque no tenía problema cuando era para consultar por su mujer).

Y de repente llora...

Se encuentra limitado, con dificultades para expresarse y con la sensación de que no ha dejado todo "atado" y ahora debe asumir la responsabilidad quien no estaba acostumbrado a ello (su mujer), y con sensación de no servir para nada;

Y llora...

Convivir con la enfermedad nos hace a los médicos, según muchos, endurecernos ante ciertas situaciones, pero realmente hay algunas que nos afectan.

Esta ha sido una de esas ocasiones y aunque de forma no visible, yo lloraba con él.

Es imposible permanecer impasible ante tal muestra de sentimientos desnudos, sin nada que los oculte.

Cuando nos vamos intentamos animarle, darle fuerza para continuar sin ocultar que el proceso no será fácil pero dejando claro que estaremos con él acompañándole.

Y cuando nos fuimos, yo lloraba con él.

Por esto, SOY MÉDICO DE FAMILIA